El cine siempre ha sido una de las formas más especiales y maravillosas de cultura, de auténtico arte. Como la literatura, la pintura o la música, se basa en un lenguaje propio para contar historias, a veces felices, otras veces trágicas, divertidas, terroríficas… Las historias son el corazón del cine, y aunque en los últimos tiempos estamos viendo cómo las películas más comerciales tratan de sorprendernos con efectos imposibles, con grandes bandas sonoras y tirando de actores reconocidos hasta convertirlos en los ejes de las producciones, una buena película siempre llevará una buena historia detrás. Y esa historia es obra de los guionistas, que siempre suelen estar en la sombra, aquellos ideólogos que son capaces de sorprender con sus guiones, con sus historias repletas de giros, con sus diálogos chispeantes… pero que no suelen llevarse mucho mérito, a no ser que compaginen su labor con la de dirección, algo que muchos también hacen.
Ser guionista no es sencillo, ni en Hollywood ni en ningún otro lugar del mundo. Lograr que tu historia llegue a una productora y que se interese por rodar la película, con todo el esfuerzo de tiempo y dinero que eso supone, es casi como un milagro. Si además eres un guionista desconocido que todavía no tiene mucha experiencia, las puertas suelen permanecer cerradas para ti allá donde vayas. Es una situación compleja, porque al final los productores siempre suelen apostar por gente que ya ha demostrado su valía en el trabajo de escribir guiones, que cuentan con éxitos de taquilla en los que respaldarse… Pero antes de llegar ahí, esos mismos guionistas que ahora triunfan han tenido que pasar por todo tipo de vicisitudes, incluyendo muchos fracasos, hasta lograr alcanzar el estatus que tienen. Este oficio, como cualquier otro, tiene mucho que ver con la práctica, con aprender de los mejores, con entender el funcionamiento del guión y de las producciones hasta el último detalle, para saber crear el guión perfecto. Aquí te ofrecemos algunos consejos sobre cómo desarrollarlo.